Pero además canta fenómeno.
O mejor dicho: canta fenómeno y además… lo que acabo de describir.
María Volonté debutó discográficamente en 1996 con Tango y otras pasiones. Tres años después editó Cornisas del corazón, grabado en vivo en el Café Tortoni. Su tercer opus, Fuimos (2003), es a dúo con el pianista Horacio Larumbe. Con este disco obtuvo el Premio Gardel 2004 al Mejor Álbum de Tango y fue nominado para el Grammy Latino.
También en el 2004 sale a las bateas Tangos, una compilación que fuera nominada para los Premios Gardel en el 2005.
Su último trabajo, Yo soy María (2006), fue realizado con el quinteto Tangoloco, liderado por Daniel García y explora la fusión del tango con el jazz y la bossa nova. Ah… también fue nominado para los Premios Gardel.
La Volonté estuvo siempre muy bien acompañada: Horacio Larumbe, Javier Malosetti, Walter Ríos, Pascual Mamone, Abel Rogantini, Facundo Bergalli, César Angeleri, Néstor Marconi, Oscar Giunta, Esteban Morgado, Daniel Maza, Larry Vuckovich, Darío Eskenazi, Gerardo Gandini, la Orquesta Juan de Dios Filiberto…
Pero sus actuaciones no sólo se circunscriben al ámbito local. Ha paseado su arte por Estados Unidos, Europa y América Latina. En Munich protagonizó la ópera María de Buenos Aires compuesta por Astor Piazzolla. Ha cantado con gran éxito en Londres, Zurich, Viena, Belgrado y en el Helsinki Festival. Y fue el número de apertura en la primera visita a Buenos Aires del pianista Brad Mehldau con su trío.
La prestigiosa empresa internacional de micrófonos T.H.E. Audio, que equipa a Enya, David Gilmour (Pink Floyd) y Skywalker Sound, la nombró como la cara de su campaña publicitaria 2007, prolongando así el vínculo que los une desde 2006.
Los sábados de abril seguirá presentándose junto con Chico Novarro en el espectáculo Enamorándote, en La Trastienda (Balcarce 460, Ciudad de Buenos Aires).
Y decimos esto porque la verdad de María Volonté está sobre un escenario.
Sus actuaciones son enérgicas, sentidas y pasionales donde no se limita al tango ni mucho menos; también incursiona en el jazz, el bolero, el folclore, el fado, la bossa nova, etc.
Su fuerte personalidad inspiró a la escritora Elsa Osorio para que en su última novela, Cielo de tango (lanzado simultáneamente en febrero de 2007 en la Argentina y Europa), el personaje de Rosa Leyra esté claramente inspirado en la cantante.
O sea… esta mujer inspira.
Muchas cosas, por supuesto.
Pero además ha sido harto generosa con nosotros al acceder rápida y eficazmente a nuestros requerimientos.
Así que basta de preámbulos y leamos lo que “la típica morocha argentina y esbelta y etcétera que canta fenómeno” tiene para contarnos.
Gracias mil, Señora.
1 – Camarón de la Isla con la Royal Philarmonic Orchestra – Soy gitano
Toda la garra y el refinamiento del flamenco en un disco de una belleza salvaje y melancólica. Apenas lo descubrí, me enamoré locamente de ese canto desesperado y vital y durante meses casi no pude escuchar ninguna otra cosa con verdadero interés. Cuando me enteré de que Camarón había muerto pocos años atrás, me resultó difícil aceptarlo. Como si algún día tal vez pudiera llegar a conocerlo, yo había soñado con esa voz capaz de desangrarse en un giro de la melodía o en el filo de un verso de García Lorca: “Dicen de mí que si yo estoy vivo o muerto. Mientras mi corazoncillo hierva… ¡yo venceré a mi enemigo!”
2 – Chet Baker – White Blues
Hace tanto tiempo que ya no recuerdo cuándo fue que un amigo me trajo de regalo mi primer disco de Chet Baker. Conociendo mis favoritos, me lo presentó así: es como Caetano Veloso, pero en inglés. Ése fue el comienzo de un idilio interminable con esa manera inconfundible de cantar y tocar la trompeta, sumada al encanto del arte de las tapas, esas fotos buenísimas, siempre con alguna mujer misteriosa enmarcando al enigmático Chet.
White Blues es mi preferido por esas cosas de la vida. Escuchándolo a fondo una noche, en medio de una larga travesía, me volvieron las ganas de amar otra vez.
3 – Tato Finocchi – Tangos en Blanco y Negro
Mi admiración por Tato arranca desde la época en que Horacio Larumbe me hizo escuchar a Caracol por primera vez. En el primer disco de este excelente cantante (otra joya, que se llamó Compás de espera, producida musicalmente por el querido Raúl Carnota) ya brillaba todo el talento de arreglador e intérprete de este pianista exquisito. Nadie como Tato para combinar con una sensibilidad y una intuición admirables, lo mejor del tango y del jazz. Las versiones de Tangos en blanco y negro son renovadoras y frescas pero nunca traicionan la esencia. Por supuesto, fue un honor para mí que me haya invitado a cantar en este disco suyo. Grabar juntos Fruta amarga fue una experiencia emocionante.
4 – Djavan – Djavan ao vivo
Igual que me pasa con Jobim, cuando escucho los temas de este cantautor y músico brasilero tan extraordinario, me pregunto cómo es posible que una sola persona pueda concebir tantas canciones maravillosas, tan bien construidas musicalmente, con unas letras excelentes, aciertos tan variados como Alibi, Oceano, Sina o Samurai. Lo más impresionante de este recital en vivo, es escuchar al público del estadio coreando los temas de pe a pa, como si nada, a pesar de lo complejo de las melodías. Junto a unos músicos fabulosos, él pone todo en juego y la gente se lo devuelve con devoción absoluta. Cada tanto se escuchan los “¡¡¡Eu te amo!!!” fervientes y se adivinan esos miles de ojos adorándolo en la oscuridad. En una de las canciones, compuesta junto a Caetano Veloso, Djavan canta: “Si yo tuviese más alma para dar, yo la daría, porque eso para mí es vivir”… ¡Se nota!
5 – Nat King Cole – The Nat King Cole Trío
Sí, lo confieso: en el comienzo, Nat King Cole fue para mí la voz de obvio acento extranjero que sonaba en el combinado de nuestra infancia con Si Adelita se fuera con otro, El bodeguero o No me platiques, cantando en un dudoso pero encantador español. Sólo varios años después, al contraer esa dulce adicción llamada jazz, pude descubrir el talento de este pianista y cantante en su verdadera dimensión. Pero su imagen quedó para siempre asociada a una época entrañable de mi vida. Y hoy en día, cuando muchas veces la música parece peligrosamente cercana al ruido, si necesito escuchar a alguien cantando y tocando en serio, pongo un disco de Nat.
El + 1
María Volonté – Yo soy María
Para mí, el canto es una celebración de la vida misma. Es el éxtasis y el desgarramiento del parto, el misterio del camino, la alegría de los encuentros, la entrega amorosa y el asombro ante la revelación de uno mismo. Es, sin lugar a dudas, el mejor escudo que he encontrado para enfrentar el miedo a la muerte. Cuando fui plenamente feliz, canté. Y cuando estuve tan triste que pensaba no poder seguir, también canté. Con el canto renuevo la fuerza de vivir.
Nunca soy más yo misma que cuando subo al escenario a cantar. Pero en mi voz también están todas las otras voces que me han formado como persona y como mujer. Está el oleaje sensual de Vinicius y la bossa nova. Está también la sonrisa melancólica de Armstrong en la oscuridad; la ternura de una zamba de Cuchi Leguizamón; el aguardiente del amor herido brotando de la guitarra de Violeta Parra; y Gardel y los ecos de tantas pasiones inconfesables resonando en un laberinto de piezas y zaguanes. Cuando canto, esas voces — y otras más íntimas — convergen en una sola.
Ojalá en mis versiones tan personales de estas canciones adoradas, escuches también tu voz.